Descripción
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Este segundo volumen de obras de Alberto Vacarezza reúne cinco piezas de distintas épocas del autor, producidas entre 1912 a 1938. Se trata de cuatro sainetes criollos, entre los que se incluye su obra más representada y perenne, »El conventillo de la Paloma», y de un «drama montaraz» del Norte argentino, una de sus piezas más ambiciosas y premiadas. Textos representativos de un artista que se consideró a sí mismo un »argentinizador» de nuestras producciones artísticas y culturales.
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Este segundo volumen de homenaje a Alberto Vacarezza (1886-1959) reúne cinco piezas de distintas épocas del autor: el drama rural »El buey corneta» (1912), los sainetes »A mí no me hablen de penas» (1923), »El conventillo de la Paloma» (1929) y »El conventillo del Gavilán» (1931), y la tragedia »San Antonio de los Cobres» (1938).
»El buey corneta» transcurre en un «horno» de fabricación de ladrillos: Don Santos, un peón viejo, tras años de trabajar fielmente para el vasco Etcheverry, es desplazado de su puesto por Isidro, el hijo del patrón. »A mí no me hablen de penas», sainete cómico-dramático, da una vuelta de tuerca a una situación clásica: Lozano, un provinciano rico, aprovecha el desequilibrio económico del humilde hogar de Carlos y Márgara para seducir a la mujer. »El conventillo de la Paloma», la obra más representada de Vacarezza, salta la barrera de los tiempos y sigue conmoviendo a los argentinos en puestas contemporáneas. »El conventillo del Gavilán» es su «inversión»: un Don Juan y sus mujeres acaban apaleados con la violencia física de la farsa ancestral. »San Antonio de los Cobres», «drama montaraz» del Norte argentino, es una de las piezas más ambiciosas y premiadas de Vacarezza.
En el extenso estudio crítico, Jorge Dubatti rescata una «autobiografía» de Vacarezza donde el dramaturgo afirma: «Yo quiero a mi tierra por la sencilla y natural razón de que la quiero. Ella me enseñó a cantar y a ella van mis armonías. Si no he trabajado en beneficio del refinamiento de la cultura estética, me precio, al menos, de haber contribuido a argentinizar un poco más las transmisiones radiales, el teatro y el espíritu argentino. Más que el título de refinador, reclamaría el de argentinizador». Título que, sin duda, Vacarezza se merece.
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