Descripción
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La aparente serenidad con que el establishment académico mundial ha aceptado la existencia de una «antropología política de la antigua Grecia» como «disciplina» no debería engañarnos. El espíritu de este texto está lejos de esa conformista serenidad: se trata de crear la inquietud, la desazón incluso, en el campo de las «ideas recibidas» sobre la sociedad griega antigua. Lo político en Grecia tiene mucho todavía, dice Emmanuel Terray, que decirnos sobre nuestra propia pobreza política.
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Publicar, en una colección autodenominada de Antropología Política, un libro sobre el discurso político en la antigua Grecia, ¿supone un excesivo forzamiento de los límites «disciplinarios»? En cierto modo sí, y es precisamente por eso que lo hacemos: es nuestra convicción que -en el actual estadio de nuestras «humanidades» y ciencias sociales»- ese forzamiento de los límites precisamente tiene el valor productivo de «arrojar hacia el horizonte» los alcances de un discurso de / sobre lo humano que permanece demasiado enclaustrado -valga la palabra- detrás de alambradas especializadas que poco tienen que ver con productividad intelectual alguna. La aparente serenidad con que el »establishment» académico mundial ha aceptado la existencia de una «antropología política de la antigua Grecia» como «disciplina» no debería engañarnos. El espíritu de este texto está lejos de esa conformista serenidad: se trata de crear la inquietud, la desazón incluso, en el campo de las «ideas recibidas» sobre la sociedad griega antigua. Se trata también, para Emmanuel Terray, de escribir «etnohistoria» según la ya canónica consigna de Walter Benjamín: «no recuperar los hechos tal cual realmente ocurrieron, sino tal como relampaguean hoy, en este instante de peligro». Lo político en Grecia -y en ese «lo político» el autor incluye no solamente a la filosofía política propiamente dicha, sino a cosas como la sofística, la tragedia o la medicina hipocrática- tiene mucho todavía, dice Terray, que decirnos, que interpelarnos, sobre nuestra propia pobreza política, dos mil quinientos años después. Estamos aún viviendo una democracia en tiempos de tragedia. Solo que, desde ya, hemos perdido el sentido de nuestra tragedia.»
Eduardo Grünner
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