Descripción
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En este nuevo libro, Sergio Schoklender cuenta su vida desde que salió de la cárcel, en noviembre de 1995.
Entre otras cosas, Desde Afuera narra la militancia de Sergio junto a las Madres de Plaza de Mayo, sus primeros pasos como abogado, sus denuncias constantes sobre la realidad carcelaria, y sus entrevistas con gente de la talla del Subcomandante Marcos. Además, incluye textos conmovedores sobre sus seres más cercanos: Hebe de Bonafini; su hermano Pablo; Viviana, su mujer; y una entrañable evocación de sus compañeros presos. Breves ensayos y extractos de sus monólogos radiales definen su postura y sus propuestas políticas. Con su libertad narrativa y su revolucionaria concepción gráfica.
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En este nuevo libro, »’Sergio Schoklender»’ cuenta su vida desde que salió de la cárcel, en noviembre de 1995. Páginas de su diario íntimo, breves ensayos y una selección de sus declaraciones periodísticas se entretejen con un abundantísimo material fotográfico hasta ahora desconocido.
Entre otras cosas, »Desde Afuera» narra la militancia de Sergio junto a las Madres de Plaza de Mayo, sus primeros pasos como abogado, sus denuncias constantes sobre la realidad carcelaria, y sus entrevistas con gente de la talla del Subcomandante Marcos.
Pero además, »Desde afuera» incluye textos conmovedores sobre sus seres más cercanos: Hebe de Bonafini; su hermano Pablo; Viviana, su mujer; y una entrañable evocación de sus compañeros presos. Breves ensayos y extractos de sus monólogos radiales definen su postura y sus propuestas políticas. Con su libertad narrativa y su revolucionaria concepción gráfica. »Desde afuera» es un documento valioso sobre la historia de los últimos años y sobre un destino sin dudas excepcional.
»Dentro de la cabaña, Las Madres de Plaza de Mayo dormían. La hamaca colgante se mecía suavemente en medio de la oscuridad de la selva. Lograba escuchar los miles de sonidos silencioso. El valle estaba en calma. Las pequeñas luces en los cerros que nos rodeaban marcaban la posición de las columnas de guerrilleros que recorrían los senderos en silencio. Avanzaban en la oscuridad con sus armas a cuesta y sus pertrechos y sus sueños. Cambiando de posición para que el enemigo no pudiera acorralarlos. Mi hamaca estaba colgada entre dos postes, bajo un techado de paja, a la entrada de la cabaña, en el fondo del valle. No intentaba dormir, simplemente miraba las estrellas, la selva oscura y silenciosa y pensaba en la enorme distancia recorrida desde mi celda de la cárcel hasta ese perdido rincón de la selva mexicana»
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